Ver el show de banderas celestes y blancas que dibujaban la noche en el “Mario Kempes” fue realmente conmovedor. Más aún cuando Facundo Cisterna y Guillermo Aguilar contaron la odisea que tuvieron que pasar para recorrer el trayecto entre Tucumán y el enorme playón del estadio mundialista cordobés.
Los hinchas “decanos” llegaron a la conclusión que el operativo había sido estricto, pero eficiente. “Nos tuvieron un montón de tiempo en el camping de Obras Sanitarias, donde no había qué comer, ni dónde comprar alimentos y estaba rodeado de una villa de emergencia bien complicada”, explicaron casi a coro los fanáticos de Famaillá, sobre una situación que los obligó a pagarle $315 a un remisero para que los depositara en el estadio. Allí, sanos y salvos, desplegaron la enorme bandera con la que llegaron para alentar al “Decano”.
Todo esto hizo más conmovedor y loable el enorme apoyo que tuvo el equipo dirigido por Ricardo Zielinski en “La Docta”.
Ya en el estadio, Facundo y Guillermo se unieron al resto de los fanáticos y hubo show. Bombos, platillos, banderas y muchos cánticos para hacer olvidar el cansancio por el viaje.
Las quejas por los innumerables controles fueron repetitivas. “Desde Jesús María, había operativos de la policía a cada rato. Incluso no nos dejaron parar en ninguna estación de servicio”, aseguró Franco Quiroga, dejando en claro que fue toda una odisea. “A este viaje se lo sufrió mucho más que a los internacionales. Nos hicieron demorar muchísimo”, agregó, mostrando una bandera en la que muestra el mapa de Sudamérica y en la que están marcadas cada ciudad que visitó. “Ahora agregaremos a Córdoba”, remató.
Pero en medio de las quejas, asomó Flavia Carrera, una “decana” que estaba de punta en blanco, toda de celeste y blanca. Abrazaba la figura de “El Pituco”, un muñeco gigante. “Hace muchos años, a los hinchas de Atlético le decían ‘Pitucos’ porque solían ir de traje a la cancha, muy elegantes”, aseguró la dama, que no podía avanzar porque los hinchas hacían cola para sacarse una foto con su muñeco.
En tanto, Sergio Fara no se hizo mucho drama para llegar a Córdoba. A bordo de su camioneta recorrió los 570 kilómetros que separan Córdoba de San Miguel de Tucumán. “Vine con equipaje más liviano; esta vez no tuve que traer el pasaporte”, río recordando otros viajes junto a Atlético hacia otros rincones de Sudamérica.